EL ARCA DE LA ALIANZA

Carlo Maxxine

 

BASANDOSE EN LAS CERTEZAS QUE RELATAN LOS LIBROS Y EL CINE, ESTE ES UN FRAGMENTO PROTEGIDO DEL GUIÓN DE CHRISTOFERT FHILLP, CUYA PELICULA PODRA VERSE PRONTO.

"LA VENGANZA DE TUTTANKHAMMÓN".

Entraban los esplendorosos carros Egipcios Dorados y ataviados con insignias de batallas, con toda clase de decorosas abanderadas piezas de la guerra en peligrosos y poderosos Oros. El Faraón aparecía por la entrada con dos preciosos caballos blancos y sus corpulentas corazas doradas de batalla que les cubrían con un aspecto intimidantemente aterrador y glorioso, tirando del gran carro de combate de gala del Faraón Tut_Anj_Amón. El público del coliseum Egipcio enloquecía eufórico en griterío y holgorio, alabando a su emperador que elevaba la mano derecha saludando y elevando la euforia de su pueblo embravecido y orgulloso, del acto de victoria que representaba la vuelta por el coliseum saludando a sus súbditos, del hábil jinete y los mejores caballos del reino, con los que jamás había perdido una carrera y con los que en ocasiones había tenido que ir llevándolos a la batalla, de las que con su liderazgo había salido victorioso, con su gran ejército, que el mismo y sus fieles corceles habían conducido a la derrota de enemigos. Por la puerta de cuadrigas salían el resto de competidores y hábiles guerreros reales y generales que seguían al Faraón en su aclamar del pueblo Egipcio que alababa esta fiesta. Una vuelta del Faraón de Egipto al coliseum era todo lo que necesitaban para ver sus esperanzas cumplidas y su sed de poder sobre el mundo donde Egipto era el mayor Imperio, su fama cruzaba montañas, atravesaba horizontes y se extendía glorioso sin ninguna barrera que no pudieran vencer estos bravos “Soldados del Imperio Egipcio”. Saludaban en la tribuna las bellas mujeres silenciosas, sonreían complicemente a sus valientes batalladores, mientras estos tomaban posiciones en la salida del comienzo. El público animaba mientras sus miradas se centraban en el bello símbolo de su Gran Faraón, quien mirando a la tribuna elevaba a media altura la mano derecha brindando la carrera a la sonriente bella Faraona, a lo que el público enloquecía en griterío y jolgorio, que hacían un eco arrollador en el coliseum de competición, momento desde el cual para el Faraón y sus rivales, -Compañeros de la Corte, Nobles de la Realeza y Generales-; dejaban de oírse los gritos y disfrutes del entusiasmado público que les ovacionaba y ya tan solo se hacia el silencio en el comienzo de la representativa carrera para el Imperio Egipcio.

-Silencioso total, publico enmudecido:

El Faraón amarrando las riendas de sus caballos, colocado en medio de los 7 jinetes que le acompañaban calmaba a sus equinos algo más nerviosos que de costumbre, pese al estar acostumbrados a ganar, se elevaban haciendo caballitos ante la euforia del público enloquecido ante tales bellezas adornadas con los dorados atavíos Egipcios y sus decorosas corazas con pequeños cuernos unicorniales e intimidante glamur que cubría sus cabezas a modo de cascos de combate junto sus espuelas y atavíos que les amarraban al carro y las riendas, mucho más glamurosos y preciosos que los del resto de competidores, con bellos carros en aceros y cubiertos en dorados, que hacían brillar más al esplendoroso carro de dos ruedas del brillante oro que adornaba el aspecto del mayor hombre del reino de Egipto; el aclamado hábil guerrero, el gran y joven Faraón de Egipto: Tutankamón.

-El sonido volvía tras los envolventes silencios de los concentrados corredores que miraban a su alrededor al público que esperaba deleitarse con sus admirados guerreros, cuando los caballos haciendo caballitos eran calmados por el Faraón:

Bajaba la bandera de salida, mientras en la Tribuna la Faraona sonreía ilusionada, dando el comienzo de la carrera con el rápido azote de cuadrigas de las riendas sobre los grandes caballos a los gritos de los jinetes y las ordenes de salida a todo galope, que a la par todos gritaban, junto al Faraón que más tranquilo y confiado de sus valientes corceles arreaba con clase y poder con su voz serena y dirigida casi inaudible ante los gritos bravos de los valientes jinetes que eran honrados a competir con esta gran carrera junto al Faraón, que gritaba: - Adelante -; - Adrrelante -; -Correr mis grandes jamelgos-, -Correr...-. La salida en la que las ruedas empezaban a chirriar girando entre el salpicar de la arena y las zancadas resonantes de los caballos en el silencio palpable dentro del torneo, bajo los acallados y ruidosos griteríos de las gentes del Gran Egipto. Los caballos corrían a todo galope sabiendo de la importancia que tenía alcanzar las primeras posiciones al entrar en las pronunciadas curvas de este estadio de carreras. Los rápidos caballos del Faraón eran los mejores de la corte y dejaban ver su liderazgo en la carrera, que azotando las cuadrigas se iban desmarcando del resto competidores ante el chocar de las ruedas ataviadas con punzantes defensas que al girar sobre las curvaturas tiradas por caballos vencían a los caballos perseguidores que tenían que abrirse más en la curva perdiendo posición, por lo que la velocidad era lo crucial para ganar, algo que el Faraón estaba acostumbrado a hacer llevando los mejores jamacos. La carrera que había comenzado a la par continuaba en el griterío y los azotares de las riendas, mientras el rechinar de las ruedas de los carros se frenaban unas contra otras, en un golpeteo intimidante que hacían perder las riendas de los hombres y las fuerzas de los caballos asustadizos que se frenaban en el galope ante estos bravos 8 jinetes que corrían velozmente intentado alcanzar los primeros la primera gran curvatura. Tutankamón había salido desde la cuarta posición desde el interior, pero el primero del interior de la curva que se encontraba en la derecha antes de alcanzar el primer tramo de curva a la izquierda ya había perdido posición y Tutankamón, entraba quedando en tercera posición ante la llegada de la curva que hacia abrirse a los caballos, dejándolos más retrasados a sus perseguidores del exterior que no cesaban de empujar la carrera.

Tutankamón era el gran centro de atención y el público lo dejaba ver con su clamor; Tras la primera curva salía casi a la par de los dos primeros que habían quedado en el interior y mejor colocada posición interior, mientras el resto le seguía de cerca a su derecha sin haber perdido su posición interior como les había pasado en la curva, al más próximo de su derecha, que en esta recta en la que los caballos de Tutankamón enfrentaban al galope, ya dejaban atrás de las posiciones de cabeza, entrando en la siguiente curva con los caballos, que enloquecían al público, de Tutankamón a la cabeza, quedando más retrasado el primero del interior, al que el único que restaba por ser rebasado por Tutankamón, hacer que sus caballos quedaran cerrados perdiendo el interior y luchando junto su seguido por la derecha Faraón; el de la derecha suya que se pegaba a sus pasos y dos más cogiendo el exterior al bravo galope, tras la curva y el azotar de galope que se acercaba veloz a la tribuna; los caballos de Tutankamón eran arreados más intensamente pues sabía que tras esta recta debía alcanzar el primer lugar para ganar con soltura si nadie lograba adelantarle; y así era como al cruzar la tribuna sus caballos tomaban la delantera ante la emperatriz que se ponía en pie ante el paso de los jinetes, que seguían a todo galope perdiendo posición al quedar atrás de los que tapaban su paso; Tutankamón, otro jinete que le seguía muy pegado en esta recta, y dos más en la lejanía de la derecha, al ir a entrar en la curva en la que rebasaba por curvatura a su oponente de la derecha quedando a la altura de su derecha trasera que miraba justo al comenzar a torcer y este mirarle a un grito, a lo que el Faraón sincronizaba otro antes de entrar en la curva que comenzaba erguido y azotando a sus caballos que entraban en la curva dejando las cabezas de cráneos puntiagudos de los Egipcios sobre sus carros a la vista de Tutankamón que volvía la vista atrás una última vez ante este perseguidor, viendo a los dos que se alejaban a su distanciada derecha. •Una piedra en el camino hacia saltar la rueda derecha del segundo carro, tras lo que caía rebotando en el galope y elevándose el carro por el aire en un terrible accidente que hacia al carro ser lanzado por el aire bocabajo, por encima de los caballos cayendo sobre la cuadriga de Tutankamón con la que chocaba violentamente ante una nube de polvo y destrozo que arrasaba con todo en este terrible accidente que causaba el final.

Tras el silencio del publico enmudecido y la excitada y desconsolada Faraona que corría hacia su esposo que era retirado en camilla por Egipcios a toda velocidad, viendo muerto destrozado al otro competidor que había chocado y a este inmóvil mal herido.

Tutankamón postrado en la cama con la cara enrojecida y herida, sin apenas poder respirar, daba signos de haber sobrevivido mientras en su habitación era escondido en la corte sin dar a conocer su estado, ni nadie, ni siquiera la Faraona que le acompañe. Mientras conspiraciones y especulaciones entre los miembros de la corte se hacían entre especulaciones de la salud y la posible mejora del Gran Faraón de Egipto, sobre el que no se dejaba ver a sus conspiradores, de entre sus enemigos próximos, en el desconcierto de su palacio, y los enemigos de las batallas de Guerra que especulaban en sus castillos sobre el destino de su feroz enemigo al haberse hecho eco la caída de Tutankamón en las famosas carreras de carros de combate por las que era famoso; y tras lo que sus enemigos ya vaticinaban la caída del Imperio Egipcio al poderse vencer ante la debilidad que le esperara al Gran Faraón Tutankamón tras el terrible accidente.

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